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viernes, 30 de marzo de 2018

Abraham Gragera "El susurro del polvo"

Fotografia de Brassai


Me sobreviviréis
sin excepción, objetos:
lámparas, llaves, vasos,
cuartillas, ceniceros,
líneas rectas y curvas
que ajenas dibujáis
mi camino y mi cuerpo.
Y sobreviviréis
también a la memoria
de todos los que un día
poblaran con vosotros
su lengua y sus vitrinas,
su muda arqueología.
Lo que venga después
no habita en las palabras
y puesto que la tierra
reclama cuanto es suyo
-forma, no sentido-
es inútil trataros
como a un testamento.
El bien y el mal
no pasarán de aquí,
ni el frío, ni el infierno.
Sujeto por la percha
de una interrogación
vivir es predicado.
Y por eso os arrastro
más acá del silencio,
mientras cuelgo mi ropa,
usada ya, sin dueño,
en un armario, al fondo,
donde solo se escucha,
como nieve que cae,
lenta, sin viento,
el susurro del polvo.


Del libro Adiós a la época de los grandes caracteres (Pre-Textos, 2005).



viernes, 23 de marzo de 2018

Pablo Neruda "La furias y las penas"

Man Ray

 



                                          ...Hay en mi corazón furias y penas ...
                                                           QUEVEDO


En el fondo del pecho estamos juntos,
en el cañaveral del pecho recorremos
un verano de tigres,
al acecho de un metro de piel fría,
al acecho de un ramo de inaccesible cutis,
con la boca olfateando sudor y venas verdes
nos encontramos en la húmeda sombra que deja caer besos.
Tú mi enemiga de tanto sueño roto de la misma manera
que erizadas plantas de vidrio, lo mismo que campanas
deshechas de manera amenazante, tanto como disparos
de hiedra negra en medio del perfume,
enemiga de grandes caderas que mi pelo han tocado
con un ronco rocío, con una lengua de agua,
no obstante el mudo frío de los dientes y el odio de los ojos,
y la batalla de agonizantes bestias que cuidan el olvido,
en algún sitio del verano estamos juntos
acechando con labios que la sed ha invadido.
Si hay alguien que traspasa 
una pared con círculos de fósforo 
y hiere el centro de unos dulces miembros
y muerde cada hoja de un bosque dando gritos, 
tengo también tus ojos de sangrienta luciérnaga 
capaces de impregnar y atravesar rodillas 
y gargantas rodeadas de seda general.
Cuando en las reuniones 
el azar, la ceniza, las bebidas, 
el aire interrumpido,
pero ahí están tus ojos oliendo a cacería,
a rayo verde que agujerea pechos, 
tus dientes que abren manzanas de las que cae sangre,
tus piernas que se adhieren al sol dando gemidos, 
y tus tetas de nácar y tus pies de amapola,
como embudos llenos de dientes que buscan sombra, 
como rosas hechas de látigo y perfume, y aun, 
aun más, aun más, 
aun detrás de los párpados, aun detrás del cielo, 
aun detrás de los trajes y los viajes, en las calles donde la
         gente orina,
adivinas los cuerpos,
en las agrias iglesias a medio destruir, en las cabinas que
         el mar lleva en las manos,
acechas con tus labios sin embargo floridos,
rompes a cuchilladas la madera y la plata, 
crecen tus grandes venas que asustan:
no hay cáscara, no hay distancia ni hierro,
tocan manos tus manos, 
y caes haciendo crepitar las flores negras.
Adivinas los cuerpos! 
Como un insecto herido de mandatos, 
adivinas el centro de la sangre y vigilas
los músculos que postergan la aurora, asaltas sacudidas, 
relámpagos, cabezas, 
y tocas largamente las piernas que te guían.
Oh conducida herida de flechas especiales!
Hueles lo húmedo en medio de la noche?
O un brusco vaso de rosales quemados?
Oyes caer la ropa, las llaves, las monedas
en las espesas casas donde llegas desnuda?
Mi odio es una sola mano que te indica 
el callado camino, las sábanas en que alguien ha dormido 
con sobresalto: llegas
y ruedas por el suelo manejada y mordida, 
y el viejo olor del semen como una enredadera
de cenicienta harina se desliza a tu boca.
Ay leves locas copas y pestañas, 
aire que inunda un entreabierto río 
corno una sola paloma de colérico cauce, 
como atributo de agua sublevada, 
ay substancias, sabores, párpados de ala viva 
con un temblor, con una ciega flor temible, 
ay graves, serios pechos como rostros, 
ay grandes muslos llenos de miel verde,
y talones y sombra de pies, y transcurridas
respiraciones y superficies de pálida piedra, 
y duras olas que suben la piel hacia la muerte
llenas de celestiales harinas empapadas. 
Entonces, este río
va entre nosotros, y por una ribera
vas tú mordiendo bocas?
Entonces es que estoy verdaderamente, verdaderamente lejos
y un río de agua ardiendo pasa en lo oscuro?
Ay cuántas veces eres la que el odio no nombra,
y de qué modo hundido en las tinieblas,
y bajo qué lluvias de estiércol machacado 
tu estatua en mi corazón devora el trébol.
El odio es un martillo que golpea tu traje
y tu frente escarlata,
y los días del corazón caen en tus orejas
como vagos búhos de sangre eliminada, •
y los collares que gota a gota se formaron con lágrimas
rodean tu garganta quemándote la voz como con hielo.
Es para que nunca, nunca
hables, es para que nunca, nunca
salga una golondrina del nido de la lengua
y para que las ortigas destruyan tu garganta
y un viento de buque áspero te habite.
En dónde te desvistes?
En un ferrocarril, junto a un peruano rojo 
o con un segador, entre terrones, a la violenta 
luz del trigo?
O corres con ciertos abogados de mirada terrible 
largamente desnuda, a la orilla del agua de la noche?
Miras: no ves la luna ni el jacinto 
ni la oscuridad goteada de humedades, 
ni el tren de cieno, ni el marfil partido:
ves cinturas delgadas como oxígeno, 
pechos que aguardan acumulando peso
e idéntica al zafiro de lunar avaricia 
palpitas desde el dulce ombligo hasta las rosas.
Por qué sí? Por qué no? Los días descubiertos
aportan roja arena sin cesar destrozada
a las hélices puras que inauguran el día, 
y pasa un mes con corteza de tortuga,
pasa un estéril día, 
pasa un buey, un difunto,
una mujer llamada Rosalía, 
y no queda en la boca sino un sabor de pelo
y de dorada lengua que con sed se alimenta.
Nada sino esa pulpa de los seres, 
nada sino esa copa de raíces.
Yo persigo como en un túnel roto, en otro extremo 
carne y besos que debo olvidar injustamente, 
y en las aguas de espaldas cuando ya los espejos
avivan el abismo, cuando la fatiga, los sórdidos relojes
golpean a la puerta de hoteles suburbanos, y cae
la flor de papel pintado, y el terciopelo cagado por las ratas 
        y la cama
cien veces ocupada por miserables parejas, cuando
todo me dice que un día ha terminado, tú y yo 
hemos estado juntos derribando cuerpos, 
construyendo una casa que no dura ni muere, 
tú y yo hemos corrido juntos un mismo río
con encadenadas bocas llenas de sal y sangre,
tú y yo hemos hecho temblar otra vez las luces verdes 
y hemos solicitado de nuevo las grandes cenizas.
Recuerdo sólo un día
que tal vez nunca me fue destinado,
era un día incesante, 
sin orígenes. Jueves.
Yo era un hombre transportado al acaso 
con una mujer hallada vagamente, 
nos desnudamos
como para morir o nadar o envejecer 
y nos metimos uno dentro del otro, 
ella rodeándome como un agujero, 
yo quebrantándola como quien 
golpea una campana, 
pues ella era el sonido que me hería 
y la cúpula dura decidida a temblar.
Era una sorda ciencia con cabello y cavernas
y machacando puntas de médula y dulzura 
he rodado a las grandes coronas genitales
entre piedras y asuntos sometidos.
Éste es un cuento de puertos adonde 
llega uno, al azar, y sube a las colinas,
suceden tantas cosas.
Enemiga, enemiga,
es posible que el amor haya caído al polvo
y no haya sino carne y huesos velozmente adorados
mientras el fuego se consume
y los caballos vestidos de rojo galopan al infierno?
Yo quiero para mí la avena y el relámpago
a fondo de epidermis,
y el devorante pétalo desarrollado en furia,
y el corazón labial del cerezo de junio,
y el reposo de lentas barrigas que arden sin dirección,
pero me falta un suelo de cal con lágrimas
y una ventana donde esperar espumas.
Así es la vida, 
corre tú entre las hojas, un otoño 
negro ha llegado, 
corre vestida con una falda de hojas y un cinturón de metal
          amarillo,
mientras la neblina de la estación roe las piedras.
Corre con tus zapatos, con tus medias,
con el gris repartido, con el hueco del pie, y con esas manos
          que el tabaco salvaje adoraría,
golpea escaleras, derriba
el papel negro que protege las puertas,
y entra en medio del sol y la ira de un día de puñales
a echarte como paloma de luto y nieve sobre un cuerpo.
Es una sola hora larga como una vena, 
y entre el ácido y la paciencia del tiempo arrugado 
transcurrimos, 
apartando las sílabas del miedo y la ternura, 
interminablemente exterminados.


Pablo Neruda



(En 1934 fue escrito este poema. Cuántas cosas han sobrevenido desde entonces! España, donde lo escribí, es una cintura de ruinas. Ay! si con sólo una gota de poesía o de amor pudiéramos aplacar la ira del mundo, pero eso sólo lo pueden la lucha y el corazón resuelto.
El mundo ha cambiado y mi poesía ha cambiado. Una gota de sangre caída en estas líneas quedará viviendo sobre ellas, indeleble como el amor.
Marzo de 1939.)

sábado, 10 de marzo de 2018

Luis Garcia Montero "La tolerancia no sirve para comprender el beso del extranjero"

Modigliani



Yo, bebedor de whisky,
en tu beso conozco la ginebra.

Tan distinta la piel,
el país de tu beso,
un idioma con sílabas de lentitud y noche,
un mundo de costumbres muy ajenas
que marca en sus relojes compartidos
la diferencia horaria de nuestra intimidad.
El sol va por delante en la piel de tu beso.
Cuando yo abro los ojos, tú los cierras.

No sé
si he sido el extranjero
allí, en la región
de tu lluvia pendiente de mis labios.
No sé
si fuiste la extranjera
aquí, en la ciudad
de mi boca perdida por tu boca.

Pero cruzo este mar
si mi destino negro
es el blanco imprevisto de tu amor,
y si tu soledad, como un perro de raza,
se viene con mi luna callejera.

Es una patria inútil
la que cierra los labios y las puertas
a los recién llegados.

Sórdida gente triste,
gente esquiva que nunca ha salido de sí.
No recorren el mundo, no se pierden,
no han sentido en su piel la luz de una frontera
que nos salva del dulce cuchillo de lo nuestro,
no conocen los labios de otro idioma,
no aman las ciudades,

no aprenden a besar.




LUIS GARCÍA MONTERO