GAUGUIN
Huye sin percibirse
lento el día, La Vida nueva que en
niñez ardía, No sentí resbalar
mudos los años; Mi penitencia deba a
mi deseo, |
Francisco de Quevedo
Un pobre hidalgo de aldea, Alonso Quijano, ha inaugurado para nosotros la historia del arte de la novela mediante tres preguntas sobre la existencia: ¿Qué es la identidad de un individuo? ¿Qué es la verdad? ¿Qué es el amor? Milan Kundera (“El Telón)
Huye sin percibirse
lento el día, La Vida nueva que en
niñez ardía, No sentí resbalar
mudos los años; Mi penitencia deba a
mi deseo, |
Francisco de Quevedo
Ya
hablaremos de nuestra juventud, Ya
hablaremos de nuestra juventud Hablaremos
sentados en los parques Pedro Lastra 3 de
marzo de 1932 . |
JOAN MIRO
Ahora
aprendo que no se debe regresar demasiado
pronto
al
lugar de haber amado
Mira
como están las cosas
la
toalla el teléfono la puerta
(la
luz todavía encendida)
y
sobre todo este dichoso hueco en la almohada
este
molde de ti que no se va a cerrar
(según
parece)
Si
ahora lloviera allá fuera (a gotas pequeñitas
a
empujones da igual no viene al caso)
entonces
mas vale que vire y que me duerma
(si
es posible) o que te llame pero eso pertenece
al
libro de las fabulas del mundo.
VICTOR CASAUS (La Habana, 10 de Marzo 1944), poeta, narrador, director cinematográfico y periodista. Ha publicado, entre otros, los poemarios Todos los días del mundo (1967), Entre nosotros (1978), Los ojos sobre el pañuelo (Premio Latinoamericano de Poesía "Rubén Darío", 1982), De un tiempo a esta parte (1985), Maravilla del mundo (1989) y Amar sin papeles (1999).
Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad de la Habana. Ha
colaborado en las principales publicaciones periodísticas nacionales y en
publicaciones culturales como: Revista Casa de las Américas, Cine Cubano,
Unión, Revolución y Cultura entre otras. Fue uno de los fundadores de el Caimán
Barbudo. En el terreno literario, ha trabajado el género testimonial, al que ha
aportado algunos de los más importantes libros publicados en el país.
Verde embeleso de la vida humana,
loca Esperanza, frenesí dorado,
sueño de los despiertos intrincado,
como de sueños, de tesoros vana;
alma del mundo, senectud lozana,
decrépito verdor imaginado;
el hoy de los dichosos esperado
y de los desdichados el mañana:
sigan tu sombra en busca de tu día
los que, con verdes vidrios por antojos,
todo lo ven pintado a su deseo;
que yo, más cuerda en la fortuna mía,
tengo en entrambas manos ambos ojos
y solamente lo que toco veo.
Sor Juana Ines de la
Cruz (1649 (¿)-1695)
Escritora
novohispanica, exponente del siglo de oro
de la
literatura en America.
La muerte es un sueño
Cuando se retiraban las bandejas y el avión era calma,
solías tú ponerme la cabeza en el hombro,
cerrábamos los párpados
y nos dejábamos llevar por un viaje de largo recorrido.
Así me gusta imaginar la muerte
ahora que estoy solo.
Es condición del ser humano
la despedida y el encuentro con lo desconocido.
Reconocer la casa que se deja,
la habitación que nos espera entre las fechas de los calendarios.
La conciencia del tiempo no responde al dolor animal
ni siquiera al esfuerzo de vivir,
sino al destino de saberse vivo.
Hablo de una experiencia de la muerte
de la que no querría despertarme.
Al final era esto,
después de tantas vueltas me dijiste
todo resulta simple.
Nunca tuvimos fe,
pero teníamos palabras para decir adiós,
para ponerle nombre al no saber,
para observar las alas en la caída de la noche,
para darnos las gracias,
para cerrar los ojos,
tu cabeza en mi hombro
en un viaje infinito en el que sigo todavía.
Luis Garcia Montero ( “Un año y tres
meses”)
En este libro se reúnen los poemas escritos por
L.Garcia Montero a raiz de la pérdida de su mujer, Almudena Grandes.
De todo lo que amé en días inconstantes
ya sólo van
quedando
rastros,
marañas,
conjeturas,
pistas
dudosas, vagas informaciones:
por ejemplo,
la lluvia en la lucerna
de un cuarto
triste de París,
la sombra
rosa de los flamboyanes
engalanando
a franjas la casa familiar de Camagüey,
aquellos
taciturnos rastros de Babilonia
junto a los
barrizales suntuosos del Éufrates,
un arcaico
crepúsculo en las Islas Galápagos,
los prolijos
fantasmas
de un
memorable lupanar de Cádiz,
una mañana
sin errores
ante la
tumba de Ibn'Arabi en un suburbio de Damasco,
el cuerpo de
Manuela tendido entre los juncos de Doñana,
aquel café de Bogotá
donde iba a
menudo con amigos que han muerto,
la gimiente
tirantez del velamen
en la
bordada previa a aquel naufragio.
Pero de todo
eso
¿qué me importa
evocar,
preservar después de tan volubles
comparecencias
del olvido?
Nada sino
una sombra
cruzándose
en la noche con mi sombra.
Caballero
Bonald
José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, Cádiz, 11 de noviembre de 1926-Madrid, 9 de mayo de 2021) fue
un escritor español, conocido principalmente como poeta, ensayista y novelista. La cuidadosa utilización del lenguaje y el barroquismo
caracterizan su obra. El 29 de noviembre de 2012 fue galardonado con
el Premio Cervantes
Entonces era
triste, muy triste estar sin ti.
Pero las
cosas sucedieron como tú bien conoces:
que estaba el mar vacío, los teléfonos secos,
que nos fuimos muriendo sobre aquella distancia.
Después no
quedó nada ni nadie y comprendimos:
se volvió el mundo raro como una piel vencida.
Tú no fuiste
posible, ni siquiera existías.
Sin embargo
esta noche qué triste en el insomnio,
qué amargo estar sin ti.
Javier
Egea
Javier Egea (Granada,
29 de abril de 1952-ibíd.,
29 de julio de 1999),
considerado uno de los poetas españoles más importantes de los años ochenta, fue
uno de los padres del movimiento poético La otra sentimentalidad junto con Luis García Montero y Álvaro Salvador. Consiguió, entre otros premios
literarios, el Premio Antonio González de Lama de la Diputación de León por su
libro Troppo Mare y
el Premio
Hispanoamericano de poesía Juan Ramón Jiménez por Paseo de los Tristes.
(19 de agosto de 1936 fue asesinado en Viznar (Granada)
“Quiero
dormir el sueño de las manzanas,
alejarme del tumulto de los cementerios.
Quiero dormir el sueño de aquel niño
que quería cortarse el corazón en alta mar.
No quiero
que me repitan
que los muertos no pierden la sangre;
que la boca podrida sigue pidiendo agua.
No quiero
enterarme
de los martirios que da la hierba,
ni de la luna con boca de serpiente
que trabaja antes del amanecer.
Quiero
dormir un rato,
un rato, un minuto, un siglo;
pero que todos sepan que no he muerto;
que hay un establo de oro en mis labios;
que soy el pequeño amigo del viento Oeste;
que soy la sombra inmensa de mis lágrimas.
Cúbreme
por la aurora con un velo,
porque me arrojará puñados de hormigas,
y moja con agua dura mis zapatos
para que resbale la pinza de su alacrán.
Porque
quiero dormir el sueño de las manzanas
para aprender un llanto que me limpie de tierra;
porque quiero vivir con aquel niño oscuro
que quería cortarse el corazón en alta mar.”
Federico
García Lorca
¿Volver? Vuelva el que tenga,
Tras largos años, tras un largo viaje,
Cansancio del camino y la codicia
De su tierra, su casa, sus amigos,
Del amor que al regreso fiel le espere.
Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,
Sino seguir libre adelante,
Disponible por siempre, mozo o viejo,
Sin hijo que te busque, como a Ulises,
Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.
Sigue, sigue adelante y no regreses,
Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Tus ojos frente a lo antes nunca visto.
LUIS CERNUDA
Está
muriendo un Dios en el centro de un ópalo del color del
crepúsculo.
Está muriendo una hoja de hierba en el pecho de Cristo.
Está muriendo una rosa en el aire estancado de la catedral de
Maguncia,
traspasada en el aire por una quemante aguja del sol.
Está
muriendo una llanura donde retozan embriagados leopardos.
Está muriendo un ángel sobre un glaciar blanquísimo.
Está muriendo un barco lleno de ancianos en una colina del
cielo, en un aire cargado de delfines livianos y azules.
Está
muriendo una cúpula bajo el asedio de las mariposas.
Está muriendo un lupanar lujoso y sonoro de besos enfermos.
Está muriendo mi corazón bajo los crueles halcones del olvido
de Lou.
Me estoy borrando en sus pupilas bellas y esperanzadas
como lienzos.
Está
muriendo un pájaro en un bosque de nubes.
Está muriendo una lucha glacial bajo mis sábanas de seda.
Algo muy bello está borrándose por las bahías de mi infancia.
Algo muy triste calla en sus violines.
William Ospina
Nació en Herveo, Tolima, el 2 de marzo de 1954 y pasó su
infancia recorriendo el sur colombiano huyendo de la violencia. Su padre, Luis
Ospina, enfermero de oficio y músico de vocación cultivó en su hijo una
profunda relación con la cultura colombiana. Según Ospina, "en mi casa no
había libros, pero en cambio tuvimos todas las canciones"
Pasó su adolescencia en Cali donde ingresó a la Universidad
Santiago de Cali a estudiar derecho y ciencias políticas, pero abandonó la
carrera para dedicarse a la literatura. Vivió en Europa de 1979 a 1981. Fue
redactor de la edición dominical del diario La Prensa de Bogotá (1988 a 1989).
Escribió varios ensayos sobre Lord Byron, Edgar Allan
Poe, León Tolstói, Charles
Dickens, Emily Dickinson, Las mil y una noches, Alfonso Reyes, Estanislao
Zuleta, literatura árabe y William Shakespeare.
En 1992 obtuvo el primer Premio Nacional de Poesía del
Instituto Colombiano de Cultura. En 1999 recibió el Doctorado Honoris Causa en
Humanidades de la Universidad Autónoma Latinoamericana de Medellín.2
En 2005 el Doctorado Honoris Causa en Humanidades de la Universidad del Tolima.
En 2008 recibió Doctorado Honoris causa de la Universidad de Santiago de Cali.
Fue galardonado con el Premio Rómulo Gallegos 2009 por "El país de la canela".
En numerosos ensayos y artículos, Ospina ha repasado y
comentado la conquista de América y la ha reivindicado como un campo de estudio
que tiene aún mucho que decirnos sobre la identidad latinoamericana y sus
desafíos sociales, culturales y políticos.
Castillo de Bellver, 1 de abril de 1808.
Porque sé que los sueños se corrompen,
he dejado los sueños.
El mar sigue moviéndose en la orilla.
Pasan las estaciones como huellas sin rumbo,
la luz inútil del invierno,
los veranos inútiles.
Pasa también mi sombra, se sucede
por el castillo solitario,
como la huella negra que los años y el viento
han dejado en los muros.
Estaciones, recuerdos de mi vida,
viene el mar y nos borra.
El mar sigue moviéndose en la noche,
cuando es sólo murmullo repetido,
una intuición lejana que se encierra en los ojos
y esconde en el silencio de mi celda
todas las cosas juntas,
la cobardía, el sueño, la nostalgia,
lo que vuelve a la orilla después de los naufragios.
Al filo de la luz, cuando amanece,
busco en el mar
y el mar es una espada
y de mis ojos salen
los barcos que han nacido de mis noches.
Unos van hacia España,
reino de las hogueras y las supersticiones,
pasado sin futuro
que duele todavía en manos del presente.
El invierno es el tiempo de la meditación.
Otros barcos navegan a las costas de Francia,
allí donde los sueños se corrompen
como una flor pisada,
donde la libertad
fue la rosa de todos los patíbulos
y la fruta más bella se hizo amarga en la boca.
El verano es el tiempo de la meditación.
Y el mar sigue moviéndose. Yo busco
un tiempo mío entre dos olas,
ese mundo flexible de la orilla,
que retiene los pasos un momento,
nada más que un momento,
entre la realidad y sus fronteras.
Lo sé,
meditaciones tristes de cautivo…
no sabría negarlo.
Prisionero y enfermo, derrotado,
lloro la ausencia de mi patria,
de mis pocos amigos,
de todo lo que amaba el corazón.
En el mismo horizonte
del que surgen los días y la luz
que acaricia los pinos y calienta mi celda,
surgen también la noche y los naufragios.
Mis días y mis noches son el tiempo
de la meditación.
Porque sé que los sueños se corrompen
he dejado los sueños,
pero cierro los ojos y el mar sigue moviéndose
y con él mi deseo
y puedo imaginarme
mi libertad, las costas del Cantábrico,
los pasos que se alargan en la playa
o la conversación de dos amigos.
Allí,
rozadas por el agua,
escribiré mis huellas en la arena.
Van a durar muy poco, ya lo sé,
nada más que un momento.
El mar nos cubrirá,
pero han de ser las huellas de un hombre más feliz
en un país más libre.
Luis Garcia Montero
Sé que
llegará el día en que ya nunca
volveré a contemplar
tu mirada curiosa y asombrada.
Tan sólo en tus pupilas
compruebo todavía,
sorprendido,
la belleza del mundo
-y allí, en su centro, tú,
iluminándolo.
Por eso, ahora,
mientras aún es posible,
mírame mirarte;
meto todo tu asombro
en mi mirada,
déjame verte cuando tú me miras
también a mí,
asombrado
de ver por ti y a ti, asombrosa
Eres la noche, esposa: la noche en el
instante
Mayor de su potencia lunar y femenina
Eres la medianoche: la sombra culminante
Donde culmina el sueño, donde el amor culmina
Daré sobre tu cuerpo cuando la noche
arroje
Su avaricioso anhelo de imán y poderío
Un astral sentimiento febril me sobrecoge
Incendia mi osamenta con un escalofrío
Eres la noche esposa
Eres la noche esposa
Yo soy el mediodía
La noche se ha encendido como una
sorda hoguera
De llamas minerales y oscuras embestidas
Y alrededor la sombra late como si fuera
Las almas de los pozos y el vino difundidas
Pide que nos echemos tú y yo sobre la
manta
Tú y yo sobre la luna, tú y yo sobre la vida
Pide que tú y yo ardamos fundiendo en la garganta
Con todo el firmamento, la tierra estremecida
Eres la noche esposa
Eres la noche esposa
Eres la noche esposa
Yo soy el mediodía
Caudalosa mujer, en tu vientre me
entierro
Tu caudaloso vientre será mi sepultura
Si quemaran mis huesos con la llama del hierro
Verían que grabada llevo allí tu figura
Con el amor a cuestas, dormidos y
despiertos
Seguiremos besándonos en el hijo profundo
Besándonos tú y yo se besan nuestros muertos
Se besan los primeros pobladores del mundo
Eres la noche esposa
Eres la noche esposa
Yo soy el mediodía
Eres la noche esposa
Yo soy el mediodía
Miguel Hernandez /Serrat
VENUS CALIPIGIA |
No quiero seguir siendo quien no soy.
No quiero recordar lo mismo que tú olvidas.
Prefiero que no estés a que te hayas marchado.No existe libertad que no conozca,
ni humillación o miedo
a los que no me haya doblegado.
por eso sé de amor,
por eso no medito el cuerpo que te
doy,
por eso cuido tanto las cosas que te
digo.
Luis García Montero
El geólogo
Aquí hubo un
mar hace un millón de años.
El hombre no
lo sabe, más la piedra se acuerda.
Pártela: hay
un cangrejo en sus entrañas,
todo de
piedra ya, forma magnífica
que se negó
a ser polvo.
Ante el
peñasco y el guijarro, piensa
que acaso
fueron seres dolorosos,
sangre y
pulmones palpitantes.
Entre la
ciega roca
y el trémolo
extasiado de la salamandra
tan sólo hay
tiempo.
De El país del viento, 1992.
William Ospina, (Padua, Colombia, 1954) Nació en Padua (Tolima) en 1954. Estudió
Derecho en la Universidad de Santiago de Cali y Literatura Francesa en la
Universidad de Nanterre (Francia). Obtuvo el Premio Nacional de Poesía
Colcultura en 1992 con |El país
del viento. Sus poemarios son: |Hilo de arena (1986), |La Luna del Dragón (1992), Con quién habla Virginia caminando hacia el agua? (1995).
Ha publicado los libros de ensayo: |Es
tarde para el hombre (1994), |Esos extraños prófugos de Occidente (1994), |Los dones y los méritos (1995)
y |Un álgebra embrujada (1995).
En el año 2006 publicó su novela Ursúa.
En 2009 ganó el Premio Rómulo Gallegos con su obra El país de la canela.
Desde un lugar que aprendo
a registrar cada mañana, vuelvo
sobre mis pasos y te aguardo
allí donde estoy solo.
Matinal
ofertorio del sueño, escribo el nombre
de tu vida, te vas desentrañando
entre las hoscas hojas conjuradas
de la noche. Eres la privación
donde me sacio, la apremiante
verdad con que te niego
cada día, el cuerpo intransitable
donde acude de nuevo lo perdido.
Vivo allí donde estuve,
junto al mar delirante, libre
velocidad inmóvil orillada
de fuego, bosque espectral
de la alegría.
¿Qué me queda
de aquel itinerario, habitaciones
clandestinas, subalternos refugios
del amor, qué me queda
después del sortilegio? Ser
feliz un instante y perderte mientras
vuelvo sobre mis pasos cada día.
José Manuel Caballero Bonald
No
vuelvas amada sensación, no vuelvas
frágil tacto tierno de tu piel,
altivez suave de tus pechos, detenidos en el aire de pronto,
no vuelvas piernas abiertas, derramados muslos,
dorada arena, rubio terciopelo de lujo,
íntimo musgo húmedo en mis manos,
mordidos labios ocultos, ácido aroma.
No vuelvas nubes de pestañas flotando,
pálida frente y azul imposible de tus ojos,
con la luz despintada que aún recuerdo
y la empapada llamarada de tu lengua.
No vuelvas vestida de ti misma y de ti misma desnuda
y veinte años resbalando en tu espalda
como un agua desbordada en la noche.
No vuelvas más amada sensación, juventud de la dicha en breves sílabas,
en letras tartamudas y el idioma implacable de tu cuerpo.
No vuelvas, mientras escapo del espejo del tiempo,
de la amortajada claridad de otro día
y recuerdo el grito de tu sangre y su fiesta escarlata,
cuando solo, más solo que mi nombre borrado,
siento cómo crecen otra vez mis colmillos.
Juan Luis Panero