Don Quijote cree (o finge creer) en los antiguos
caballeros; pero Sancho cree en Don
Quijote, lo que es una fe más difícil. Sancho encuentra en la creciente
veneración por su dueño un ideal terreno inmensamente alejado de sus bienes
seguros: tiene un sueño, y cuando llega a realizarlo en la ínsula, demuestra
estar más enamorado de la justicia que de la riqueza. En el fondo, el único loco verdadero del libro es Sancho, y cualquier antítesis del acostumbrado género
metafísico entre él y el Caballero resulta, por esta evidencia, imposible. (“Soy
más mentecato que él, pues le sigo y le sirvo” II, X, V.183)
Giovani Papini
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