“Persistencia de la memoria” según Dalí, estos relojes blandos
representan “el camembert del tiempo" por ser, según palabras del autor
“tiernos, extravagantes, solitarios y paranoico-críticos”.
El hecho de dar una textura blanda a sus relojes llama la atención y hace que
nos fijemos más detenidamente en ellos, tratando de descifrar su significado.
Sabemos que el autor nos presenta un cuadro cargado de simbolismo, que encaja
perfectamente con el movimiento surrealista. En él, el tiempo y la memoria son
los grandes protagonistas dentro de un paisaje onírico.
“Excesos a mi edad es dormir poco, comer sin cálculo,
fumar como un carretero y beber como lo que soy, un taciturno alcohólico
social, que cuando deja de hacer lo que esté haciendo solo encuentra consuelo
en algún lugar en el que sirvan copas y donde vea gente a su alrededor, o que
solo sabe divertirse en la barra de un bar, mejor solo que acompañado, pero
viendo gente que va y viene. En la nueva
etapa, irá creciendo el índice de dolor que invierta por cada gramo de
belleza o de simple satisfacción obtenidos. Es uno de los axiomas de la vejez,
que llega a ratos sigilosa, y en otros momentos, impúdica: diciendo altiva que
ya está aquí, dándole golpes y patadas a tu puerta para que se la abras cuanto
antes, como si su retaguardia –la dama de la guadaña– tuviera prisa por hacer su
trabajo. Si no tengo más que cincuenta y seis años, un niño según los cánones
contemporáneos: pero arrugas y manchas en la piel aparecen de un día para otro.
Últimamente reclaman mi atención (nunca había hecho caso de esas cosas, me miro
poco en el espejo, me afeito y peino en un pispás). La piel cambia deprisa.
Aunque procuro no fijarme, el espejo me muestra el deterioro, añadiéndolo a las
aprensiones que nuestra época nos entrega a cualquier edad, miedo al cáncer, a
la hipertensión, al colesterol, al azúcar, a la sal: han aparecido unas manchas
negras en la mejilla izquierda y una parte de dicha mejilla se ha oscurecido,
amenazante: como si, dentro de poco, la sombra fuera a ocupar buena parte del
rostro y a oscurecerse aún más. Pienso en un cáncer de piel, en el sida, aunque
seguramente no son más que rasgos que regala generosamente la vejez que tanta
prisa tiene. Finjo que no lo noto, pero lo noto, y aquí escribo que lo noto. Los solitarios (sería mejor decir los
solterones), además, pensamos que todas esas cosas nos apartan de los contactos
sentimentales o simplemente sexuales. Cada vez menos posibilidades de gustar a
nadie, y los que vivimos solos únicamente gustando a alguien podemos gozar de
esas compañías esporádicas que se suponen necesarias para el equilibrio. Entras
en algún local de ligue y descubres que nadie te mira o que, si alguien cruza
por azar la mirada contigo, la aparta con precipitación. Le diriges a alguien
la palabra y te dice: no, es que estoy cansado, o casado, o tengo prisa; esos son
los signos que anuncian que lo peor está
empezando a llegar. Aún hay más. Demasiadas veces te invade la sensación de
que ni siquiera tienes acceso. Es decir, que ves a alguien que te gusta y ni
siquiera te atreves a pensar en dirigirle la palabra, porque constatas que es
de otra época, de otro tiempo, que está en el escaparate de un local al que no
tienes acceso; piensas que tu tiempo con
él ya ha pasado. No sé cómo ni desde cuándo, pero esa sensación es cada vez
más frecuente. La sensación de estar cerca de algo hermoso que no es para ti, ya no. Te da vergüenza mancharlo hasta
con la mirada.”
Rafael Chirbes “Diarios”
Rafael Chirbes “Diarios”
Rafael Chirbes Magraner (Tavernes de la Valldigna, Valencia, 27 de junio de 1949
- Beniarbeig,
15 de agosto de 2015) fue un escritor y crítico literario español.
Con su octava novela, Crematorio, obtuvo en 2007 el Premio de la Crítica de narrativa
castellana, mismo galardón que recibió en 2013 con su
siguiente obra, En la orilla, que además fue galardonada con
el Premio Nacional de Narrativa.
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