Estoy sentado como un inválido en el desierto de mi deseo de ti.
Me he acostumbrado a beber la noche lentamente, porque sé que la
habitas, no importa dónde, poblándola de sueños.
El viento de la noche abate estrellas temblorosas en mis manos, que aún
no se conforman, viudas inconsolables de tu pelo.
En mi corazón se agitan los pájaros que en él sembraste y a veces les
daría la libertad que exigen para volver a ti, con el helado filo del cuchillo.
Pero no puede ser. Porque estás tan en mí, tan viva en mí, que si me
muero a ti te moriría.
Juan Gelman
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