"Los parguas" de Renoir
Decía Renoir que "La obra de arte debe cautivarte,
envolverte, arrastrarte. Es el medio por el que el artista transmite sus
pasiones, es la corriente que emite la que te arrastra"
Esta interesante obra de Renoir titulada "Los
paraguas" fue hecha en dos etapas diferentes, y esto es algo que se puede
apreciar a simple vista. La parte derecha del cuadro en la que aparece una
madre acompañada por sus dos hijas está realizada al modo impresionista. En
cambio el resto de la composición está plasmada siguiendo una técnica que bebe
de otro artista: Cézanne. Todo apunta a que Renoir hizo la primera parte allá
por 1881 o 1882, posteriormente interrumpiría su trabajo y años más tarde lo
retomaría. Por esta cuestión las diferencias entre estas dos zonas son tan
evidentes.
Como curiosidad, cabe señalar que la niña que aparece a la
derecha del espectador lleva un original abrigo con cuello y puños de encaje y
un gracioso sombrero que enmarca su rostro. A nuestra izquierda, otra mujer de
mediana edad levanta su falda para que no se le moje con el agua acumulada en
la calle. Algunos afirman que esta mujer (que por cierto, es una mujer real,
pues se trata de la modelo y artista Suzanne
Valadon) es el prototipo de belleza femenina del artista. Además otros
personajes son claramente conocidos: al fondo a la izquierda está Edmond, hermano de Renoir, y a la parte
izquierda su amigo Paul Lhote.
Es un cuadro muy interesante por lo dicho anteriormente, pero
además de una complejidad técnica notable, ya que cada todos ellos realizan
movimientos diferentes en un espacio abigarrado. Algunos han querido ver en esta obra un mensaje claro de Renoir hacia
la incomunicación de la sociedad del momento, en la que cada individuo se
mantiene ajeno a lo que hacen los demás. (Manuel Jesus T.C.)
Que tu vida sea tuya,
que al mirarte al espejo te parezcas
a ti.
No confundas la cuerda que salva con
la que ata,
no te detengas donde no vayas a
crecer.
Necesita a unos pocos,
no dependas de nadie.
Ten siempre a mano todas las palabras
que sirvan para decir que no.
Aléjate de quien no te permita ser a
su lado aquello que serías a solas,
del que pise tus huellas para volver
las suyas,
del que te haga decirte: cuando
pienso en nosotros no me acuerdo de mí.
Huya del que imagina tormentas en un
vaso,
del que te abraza igual que si ya no
estuvieses,
del que ve la montaña en el grano de
arena,
del que ríe sólo por no llorar.
No cometas errores que no te enseñen
nada,
no te hagas daño y creas que es en
defensa propia.
Logra que tu alegría no sea de
cristal y tu dolor de hierro
Desconfía de aquellos que tratan de
cambiarte,
que para estar contigo te piden que
seas otra.
No dejes que te adoren,
porque tarde o temprano las coronas
acaban volviéndose de espinas.
Merece lo que es tuyo,
busca lo que te falta.
No hables con los que venden clavos
ardiendo al borde del abismo.
No afrontes cada día como si fuese el
último.
Ten tiempo que perder,
ten algo que ocultar.
Y equivócate siempre que sea
necesario,
sin miedo, a tu manera.
Cae y ponte de pie.
Ve con tus propios ojos.
Pon la mano en el fuego,
puedes estar segura de que hagas lo
que hagas
estará algunas veces de acuerdo
contigo
y siempre de tu lado.
Recuerda que estar vivos no es igual
que vivir.
BENJAMIN PRADO