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domingo, 1 de julio de 2012

El Quijote I, 18



...Y has de saber,  Sancho, que este que viene por nuestra frente le conduce y guía el grande emperador Alifanfarón, señor de la grande isla de Trapobana; este otro que a mis espaldas marcha, es el de su enemigo, rey de los garamantas, Pentapolín del Arremangado Brazo,
porque siempre entra en las batallas con el brazo derecho desnudo.....................
.....y pusiéronse sobre una loma, desde la cual se vieran bien las dos manadas que a  don Quijote se le hicieron ejercito, si las nubes del polvo que levantaban no les turbara y cegara la vista; pero con todo esto, viendo en su imaginación lo que no veía ni había, con voz levantada comenzó a decir:                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        
   Aquel caballero que allí ves de las armas jaldes, que trae en el escudo un león coronado,rendido a los pies de una doncella, es el valeroso Laurcalco, señor de la Puente de Plata; el otro de las armas de las flores de oro, que trae en el escudo tres coronas de plata en campo azul, es el temido Micocolembo, gran  duque de Quirocia; el otro de los miembros giganteos, que está a su derecha mano, es el nunca medroso Brandabarbaran de Boliche, señor de las tres Arabias, que viene armado de aquel cuero de serpiente, y tiene por escudo una puerta, que, según es fama, es una de las del templo que derribó Sansón, cuando con su muerte se vengó de sus enemigos. Pero vuelve los ojos estotra parte, y verás delante y en la frente destroto ejercito al siempre vencedor y jamás vencido  Timonel de Carcajona, principe de la Nueva Vizcaya,  que viene armado con las armas partidas a cuarteles, azules, verdes, blancas y amarillas, y trae en el  escudo un gato de oro en campo leonado,  con una letra que dice: Miau, que es el principio del nombre de su dama, que según se dice, es la sin par,  Miulina, hija del duque Alfeñiquen del Algarbe; el otro, que carga y oprime los lomos de aquella poderosa alfana, que trae las armas como nieve blancas y el escudo blanco y sin empresa alguna, es un caballero novel, de nación francés, llamado Pierres Papín, señor de las baronías de Utrique; el otro, que bate las ijadas con los herrados carcaños a aquella pintada y ligera cebra y trae las armas de los veros azules, es el poderoso duque de Nerbia, Espartafilardo del Bosque,  que trae por empresa en el escudo una esparraguera, con una letra en castellano que dice así: Rastrea mi suerte......
Estaba Sancho Panza colgado de sus palabras, sin hablar ninguna, y de cuando volvía la cabeza a ver si veía los caballeros y gigantes que su amo nombraba; y como no descubría a ninguno, le dijo: -Señor, encomiendo al diablo hombre, ni gigante, ni caballero de cuantos vuestra merced  dice parece por todo esto; a lo menos, yo no los veo; quizá  todo debe ser encantamiento, como las fantasmas de anoche.
-¿Cómo dices eso? –respondió don Quijote-: ¿No oyes el relinchar de los caballos, el tocar de los clarines, el ruido de los atambores?
-No oigo otra cosa- respondió Sancho- sino muchos balidos de ovejas y carneros.

                                                        Quijote, I, 18.

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