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lunes, 16 de abril de 2012

Sancho Panza . Fernando Savater


- A mi entender, el sentido nuclear de la gran novela cervantina se encierra en unas pocas palabras que sancho Panza pronuncia afligido al final de la misma, junto al lecho en que agoniza quien ha sido durante tan largo trecho y con tan adversa fortuna señor de su albedrío.: “No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni mas, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben sino las de la melancolía”. Tal es la cifra y el mensaje del libro todo: el momento en que Sancho por fin ha comprendido la misión aparentemente absurda del caballero andante, revelación que le llega precisamente cuando don Quijote la abandona y se resigna a morir. Comprende Sancho que todo el empeño quijotesco ha consistido en una prolongada batalla contra la necesidad mortal que agobia al hombre: un no dejarse morir, un resistirse a la parálisis de lo rutinario, lo realista, lo poco a poco aniquilador. Era tanta aventura quijotesca un capricho indomable; pura demencia, si es que admitimos que la cordura estriba en reconocer y acatar la necesidad, pero una demencia salvadora de nuestra humanidad, de nuestra categoría de seres activos, simbólicos y portadores –al menos ante nuestros ojos- de significado. Don Quijote es el santo patrono y el mártir de la intención humana de propósitos para la vida.
Si no somos insignificantes, si lo que nos caracteriza es la libertad y lo que nos condena es la necesidad, la verdadera locura consiste en dejar de cabalgar y echarse a morir…..
……El proyecto ético no fracasa cuando no puede vencer el mal –como quieren los indigestos rentabilizadotes de la virtud- dado que siempre habrá viejos y nuevos males a que enfrentarse…a Dios gracias. El verdadero, el único fracaso de la ética es no poder vencer a la pereza paralizadora…y nuestro hidalgo es cualquier cosa menos perezoso. Don Quijote no muere de quijotismo sino de renunciar finalmente a serlo y volver al “alonsoquijanismo” melancólico. Y de esa forma el estrafalario caballero que fue y que la nostalgia de Sancho Panza reclama se convierte en parangón del esfuerzo humano, no en su ridiculización ni en su denuncia. Cervantes no escribe su novela para burlarse de D. Quijote sino para burlarse de los que se burlan de él…./…
La respuesta humorística que comprende mejor la condición quijotesca debería ser más tenue en su manifestación y más honda en su alcance. De igual modo, cuando en la playa un niño pequeño nos comunica que está levantando una muralla de arena para contener el mar y después comprueba desolado la ruina de su edificación, nosotros no lanzamos una carcajada ni mucho menos nos echamos a llorar: sabemos que está padeciendo la destrucción de Jerusalén pero también reinventando  las avenidas radiantes de Paris o los fieros rascacielos de Nueva York. Ante su empeño glorioso, ante no menos glorioso fracaso, sonreímos. Ese niño es todavía Don Quijote y nosotros somos ya Sancho Panza al final de la novela: comprendemos su desconcierto y su pasajero desanimo pero queremos con todas nuestras fuerzas que prosiga. Por eso sonreímos……..
                                                                                   Fernando Savater “La vida Eterna”

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