Un pobre hidalgo de aldea, Alonso Quijano, ha inaugurado para nosotros la historia del arte de la novela mediante tres preguntas sobre la existencia: ¿Qué es la identidad de un individuo? ¿Qué es la verdad? ¿Qué es el amor?
Milan Kundera (“El Telón)
Por detergentes y lavavajillas por libros desordenados y escobas en el suelo por los cristales limpios, por la mesa sin papeles, libretas no bolígrafos, por los sillones sin periódicos quien se acerca a mi casa puede encontrar un día completamente viernes. Como yo me lo encuentro cuando salgo a la calle y está la catedral tomada por el mundo de los vivos y en el supermercado junio se hace botella de ginebra embutidos y postre, abanico de luz en el quiosco de la floristería, ciudad que se desnuda completamente viernes. Así mi cuerpo que se hace memoria de tu cuerpo y te presiente en la inquietud de todo lo que toca, en el mando distancia de la música, en el papel de la revista, en el hielo deshecho igual que se deshace una mañana completamente viernes. Cuando se abre la puerta de la calle, la nevera adivina lo que supo mi cuerpo y sugiere otros títulos para este poema: completamente tú, mañana de regreso, el buen amor, la buena compañía.
De tus muchísimos amantes guardas destrezas, inesperados sesgos, caprichos repentinos y falsas negativas que una sonrisa desmantela, quizá la intermitencia de unos ojos hincados en el goce y bruscamente, sin aviso, esa obstinada negativa a abrir los párpados, no sé, cosas esquivas, cambios que remontan a gustos superpuestos, a músicas distintas, a tantos bares donde diferentes manos te leyeron y donde diferentes nombres entraron en tu alerta indiferencia de pasajera, de indescifrable francotiradora.
A mi vez dejaré en tu piel la huella de estas ceremonias, de hábitos definidos, de maneras y de ángulos, oh arena donde tantos arquitectos levantaron sus torres y sus puentes para que el viento las llevara mientras tú te volvías al malecón o al bar virgen a tu manera, la manera mejor y más hermosa de ser virgen dadora de las playas para los nuevos juegos.
Los artistas del movimiento denominado fauvismo,
con Matisse al frente, trataton de crear una forma nueva de
pintar rompiendo así con el tradicional uso del color, del dibujo y de la
perspectiva, elementos demasiados fieles a la realidad. Se puede decir que son
de alguna forma quienes dan el pistoletazo de salida a la revolución de
la pintura del siglo XX.
En una de sus obras más conocidas: "La raya
verde", Matisse representa a su esposa. Esta se
encuentra levemente ladeada respecto al plano de espectador y solo podemos
verla de medio busto hacia arriba. A pesar de su intensidad cromática, la obra
es sosegada, calmada. La intención del artista se centra en
representar el rostro deforma
esencial, reduciendo el uso de formas innecesarias. La raya verde
que divide el rostro en dos y que es tal vez el elemento más característico de
la obra no está situada de forma arbitraria, pues sirve como eje de separación
entre el espacio iluminado y el sombreado. Lo habitual hubiese sido
pintarlo de forma convencional, pero Matisse traduce la luz al color, de tal
forma que el lado de tonos fríos simula la parte en sombre y el lado de colores
cálidos la parte iluminada. Llama también la atención el fondo, ya que en éls e
rechaza la armonía tradicional del colores. Y es precisamente esa
contraposición de colores verdes, naranjas y violetas lo que produce un avance
y retroceso de la superficie y crea un cierto ritmo que sugiere volumen y
profundidad. (Manuel Jesus T.C)
Por si acaso
llovizna por tu calle
y quieres secar tu cuerpo
entre mis brazos
Por si el
silencio te acomete
y recuerdas el lenguaje extraño
que aprendiste a mi lado
Por si
regresas
a humedecer de lunas los recuerdos
Por si el
trópico te reclama impaciente
entre sus verdes
O por si
acaso es de noche en tu morada
dejaré la puerta abierta
Maria Clara Gonzalez(Bogotá, Colombia, 1952) es una
poeta, cuentista, traductora, ensayista y crítica con siete libros de poesía
publicados en la actualidad y un análisis literario sobre el papel de las
poetas de la Generación del 27.
Poema de Cortázar escrito tras la muerte de Pizarnik,
dedicado a ella.
“Puesto que el Hades no existe,
seguramente estás allí,
último hotel, último sueño,
pasajera obstinada de la ausencia.
Sin equipajes ni papeles,
dando por óbolo un cuaderno
o un lápiz de color.
-Acéptalos, barquero: nadie pagó más
caro
el ingreso a los Grandes
Transparentes,
al jardín donde Alicia la esperaba.”
“Bicho aquí,
aquí contra esto,
pegada a las palabras
te reclamo.
Ya es la noche, vení”.
A los pocos días de recibir esta carta, el 25 de septiembre
de 1972 Alejandra se suicidó con tan sólo 36 años de edad, tras tomar 50
pastillas de seconal. Es imposible saber si realmente los
sentimientos de Alejandra Pizarnik por Julio Cortázar traspasaron la barrera de
la amistad y la admiración. Lo único que nos queda de esta historia, son los
poemas y cartas que ambos se dedicaron.
Así como en
la roca nunca vemos
La clara flor abrirse,
Entre un pueblo hosco y duro
No brilla hermosamente
El fresco y alto ornato de la vida.
Por esto te mataron, porque eras
Verdor en nuestra tierra árida
Y azul en nuestro oscuro aire.
Leve es la
parte de la vida
Que como dioses rescatan los poetas.
El odio y destrucción perduran siempre
Sordamente en la entraña
Toda hiel sempiterna del español terrible,
Que acecha lo cimero
Con su piedra en la mano.
Triste sino
nacer
Con algún don ilustre
Aquí, donde los hombres
En su miseria sólo saben
El insulto, la mofa, el recelo profundo
Ante aquel que ilumina las palabras opacas
Por el oculto fuego originario.
La sal de
nuestro mundo eras,
Vivo estabas como un rayo de sol,
Y ya es tan sólo tu recuerdo
Quien yerra y pasa, acariciando
El muro de los cuerpos
Con el dejo de las adormideras
Que nuestros predecesores ingirieron
A orillas del olvido.
Si tu ángel
acude a la memoria,
Sombras son estos hombres
Que aún palpitan tras las malezas de la tierra;
La muerte se diría
Más viva que la vida
Porque tú estás con ella,
Pasado el arco de tu vasto imperio,
Poblándola de pájaros y hojas
Con tu gracia y tu juventud incomparables.
Aquí la
primavera luce ahora.
Mira los radiantes mancebos
Que vivo tanto amaste
Efímeros pasar junto al fulgor del mar.
Desnudos cuerpos bellos que se llevan
Tras de sí los deseos
Con su exquisita forma, y sólo encierran
Amargo zumo, que no alberga su espíritu
Un destello de amor ni de alto pensamiento.
Igual todo
prosigue,
Como entonces, tan mágico,
Que parece imposible
La sombra en que has caído.
Mas un inmenso afán oculto advierte
Que su ignoto aguijón tan sólo puede
Aplacarse en nosotros con la muerte,
Como el afán del agua,
A quien no basta esculpirse en las olas,
Sino perderse anónima
En los limbos del mar.
Pero antes
no sabías
La realidad más honda de este mundo:
El odio, el triste odio de los hombres,
Que en ti señalar quiso
Por el acero horrible su victoria,
Con tu angustia postrera
Bajo la luz tranquila de Granada,
Distante entre cipreses y laureles,
Y entre tus propias gentes
Y por las mismas manos
que un día servilmente te halagaran.
Para el
poeta la muerte es la victoria;
Un viento demoníaco le impulsa por la vida,
Y si una fuerza ciega
Sin comprensión de amor
Transforma por un crimen
A ti, cantor, en héroe,
Contempla en cambio, hermano,
Cómo entre la tristeza y el desdén
Un poder más magnánimo permite a tus amigos
en un rincón pudrirse libremente.
Tenga tu
sombra paz,
Busque otros valles,
Un río donde del viento
Se lleve los sonidos entre juncos
Y lirios y el encanto
Tan viejo de las aguas elocuentes,
En donde el eco como la gloria humana ruede,
Como ella de remoto,
Ajeno como ella y tan estéril.
Halle tu
gran afán enajenado
El puro amor de un dios adolescente
Entre el verdor de las rosas eternas;
Porque este ansia divina, perdida aquí en la tierra,
Tras de tanto dolor y dejamiento,
Con su propia grandeza nos advierte
De alguna mente creadora inmensa,
Que concibe al poeta cual lengua de su gloria
Y luego le consuela a través de la muerte.
Luis Cernuda
De: La realidad y el deseo (1924-1962)
– VII Las nubes