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viernes, 22 de mayo de 2015

Carlos Ferreira " Mundial"




El fútbol como un espejo de pasiones humanas que marca un contrapunto entre la exaltación y el estupor, la esperanza y la pena, el juego y la nostalgia, la libertad y el horror, es el eje del libro de poemas de Carlos Ferreira, "A mi juego."





Aquello fue mundial.
Hicimos pelota nuestros miedos,
le pusimos un caño a los horrores,
apartamos de taquito la miseria,
gritamos el horror como si fuera un gol,
eludimos la angustia,
gambeteamos el nudo
que nos poblaba el vientre.
Desde el fondo de los ríos,
desde alguna fosa en común
que ya no importa,
los destrozados muertos
vinieron a llorar
la inexplicable fiesta.
Cuando bailamos en aquellos días,
qué dulce fue el mareo del engaño,
cuantas ganas de ignorarlo todo,
de creer que había vuelto
el perfume de las buenas cosas.
Lo malo fue el final,
indigno y torpe:
aquellos cadáveres volviendo
al lecho de los ríos,
a las comunes fosas
meneando las cabezas,
canturreando una canción de olvido.
Y nosotros allí, con esos bombos,
con esas insensatas banderas sudorosas,
con el mundo al revés,
hecho pelota.

Carlos Ferreira.


Además de poeta, Ferreira (Buenos Aires, 1946), se ha destacado como periodista en el ámbito deportivo -se desempeñó en Crónica y  El Gráfico- impulsando diversos espacios informativos: fundó las revistas "Quinto Poder" y "El Equipo", la escuela de periodismo TEA y dirigió números especiales de la publicación "La Maga". (datos de Internet)



 

jueves, 7 de mayo de 2015

Angel Gonzalez " A mano amada"








A mano amada,
cuando la noche impone su costumbre de insomnio
y convierte
cada minuto en el aniversario
de todos los sucesos de una vida;

allí,
en la esquina más  negra del desamparo, donde
el nunca y el ayer trazan su cruz de sombras,
los recuerdos me asaltan.

Unos empuñan tu mirada verde,
                                                                   otros
apoyan en mi espalda
el alma blanca de un lejano sueño,
y con voz inaudible,
con implacables labios silenciosos,
¡el olvido o la vida!,
                                          me reclaman.

Reconozco los rostros.                                                                                                                          No hurto el cuerpo.
Cierro los ojos para ver
y siento
que me apuñalan fría,
justamente,
con ese hierro viejo:
                                            la memoria.

Angel Gonzalez